Aunque los viajeros al elevar su mirada lo confunden con una ermita, se trata de un reloj humilde y vigilante que desde un privilegiado mirador, siempre visible y con aires de protección hacia el pueblo.
Su sonido vuela por los aires más distantes de Rágol, y sus campanadas proporcionan una grata compañía. Tambien es referente para observar si el “morico” -los nubarrones- que lo rodean, traen agua.
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