La luna bajó a la Daira / en una noche estrellada,
entre los campos dormidos/ con su reflejo de plata.
Perfumaban arrayanes/ y geranios escarlatas
entre rosas y jazmines/ a las casas encaladas.
La luna siguió mirando/ permaneciendo callada
llevando un niño chiquito/ guardado bajo su capa.
Que a su madre entregó/ mientras le canta una nana
y en sus brazos recibió/ en aquella madrugada.
Era un diez de noviembre/ cuando Rágol anunciaba
aquél acontecimiento/ y doblaron las campanas.
Y en aquél viejo reloj/ que vive en la montaña
se escuchaba su tic-tac/ cobijado en su espadaña
Porque al pequeño Miguel/ un Arcángel le acompaña
que estará siempre a su vera/ de la noche a la mañana.
Y jugará por sus calles…/ por sus calles y sus plazas,
llevando siempre a Rágol/ en el centro de su alma.